Después de 11 meses llegamos al extremo norte de Sudamérica: La Guajira, último departamento de Colombia antes de cruzar a Venezuela.
Y en un pueblito de 850 habitantes llamado Cabo de la Vela pasamos 3 días de puros atardeceres, paz absoluta y playas solitarias.
Algunos predicen que el día que construyan la carretera para llegar a este inhóspito lugar va a explotar de turismo.
Es que los 60 kilómetros de tierra, piedra y arena que hay que atravesar son a prueba de amortiguadores, motor y neumáticos.
Y como para muestra basta un botón, en el camino debimos cambiar una rueda por primera vez en el casi año que llevamos de viaje.
Cabo de la Vela: Playas hermosas, vírgenes y solitarias. |
Pero ir a
“Jepirra”, como lo llaman sus habitantes -que en su mayoría pertenecen a la
comunidad wayúu-, vale la pena la odisea rutera.
Uno logra
descansar y desconectarse de todo.
Sólo hay luz eléctrica 5 horas al día, por lo tanto casi nada de televisión y menos que menos de internet.
Sólo hay luz eléctrica 5 horas al día, por lo tanto casi nada de televisión y menos que menos de internet.
Así que toca irse a dormir temprano y madrugar.
Alta Gracia
atiende el restaurante donde pedimos permiso para estacionar a Huella y dormir
dentro de nuestra casa andante.
Está atenta a
la novela que mira cada tarde cuando puntualmente a las 6 se esconde el sol y
empieza la noche.
En Colombia hay
sí o sí 12 horas de sol y 12 horas de luna.
Así que se
arranca tempranito y también se va a la cama tempranito.
Ella alquila
sus “kioscos” frente al mar que son una especie de paradores construidos de
madera de cactus donde se cuelgan los chinchorros (hamacas grandes) o se ubican
las carpas para que los visitantes duerman reparados del sol de la mañana y el
viento del la noche.
Nos cuenta que
cuando llegó al Cabo hace más de 30 años no había nada, pero que de a poco se
fue corriendo la voz y empezó a llegar más gente buscando tranquilidad, sol,
playas vírgenes y las aguas cristalinas del Caribe.
Entonces de a
poco empezaron a aparecer más tiendas, restaurantes y hospedajes donde recibir
a los viajeros.
En el Cabo de
la Vela no existe el confort pero sí la aventura.
Hasta bañarse es una hazaña. Nos toca comprar un balde de agua fría y hacer que rinda. Ya vamos aprendiendo a economizar el agua al punto de que logramos ducharnos y que alcance para lavar ropa.
Hasta bañarse es una hazaña. Nos toca comprar un balde de agua fría y hacer que rinda. Ya vamos aprendiendo a economizar el agua al punto de que logramos ducharnos y que alcance para lavar ropa.
Según los
conocimientos tradicionales de los indígenas, Cabo de la Vela es el espacio
sagrado donde los espíritus de sus difuntos llegan para pasar a lo
desconocido.
No podemos
acreditar que así sea, pero sí que es el sitio de Colombia donde el desierto
termina en el mar y uno logra ver el infinito y tal vez un poco más allá.
guauuuu que maravilla... El desierto llega al mar.
ResponderEliminarque pasada de ruta, no sabes la envidia que me dais...
Suerte en vuestra aventura viajera.
Un besito desde http://yoadoroviajar.blogspot.com
Trini.
Muchas gracias por escribir, abrazo grande
ResponderEliminarMAru y MArtin