Mi palabra favorita: GRACIAS

Ayer se cumplió un año que llegábamos a San Cristóbal de las Casas después de un viaje eterno.

Nos quedamos 1 mes, 2 meses y cuando estábamos por irnos nos miramos y dijimos: si acá somos felices, acá nos quedamos.

Kolobal = Gracias en tzotzil, la lengua que se habla en Sancris.

En una de esas noches de frío de montaña, olor a chimenea y felicidad de hogar, cayó un regalo del cielo que nos permitió vivir un viaje dentro del viaje.
Después de casi 40 días de abrazos postergados, volvimos a México y nos dedicamos a hacerle mimos a Huella.

Con la Kombi Rutera renovada seguimos recorriendo México y en junio un evento muy esperado nos trajo nuevamente a Sancris. Vimos el mundial lejos de casa, y -en principio- nos quedamos 1 mes, después 2, 3 y ya vamos por el cuarto. Cada mes decimos que es el último pero siempre aparece algún motivo –o excusa- para seguir en Sancris. Muchos nos preguntan qué tiene éste lugar que nos gusta tanto, así que intentamos resumirlo en 10 respuestas. 

Ayer ni nos acordamos que hace un año llegábamos a San Cristóbal porque en la madrugada de una de las últimas noches temidas murió el abuelo. Y fué un día triste. 

Uno nunca está preparado para la muerte y, a pesar de que los abuelos ya son grandes, y aunque sabemos que algún día iba a ocurrir, y que es lo más natural, y que es parte de la vida, no aceptamos ni queremos que se nos vayan.

Los abuelos son un refugio, la comida casera más rica y la que siempre nos gusta, son la novela de la tarde cuando no tenemos edad para andar viendo cómo se besuquean por la tele, son la leche con nuestras galletitas preferidas mientras miramos los dibujitos en lugar de hacer los deberes, son el cuartito de las herramientas, el pullover tejido del color que nos gusta, el alhajero de madera para los 15, el dobladillo perfecto, el darse maña para todo y tener siempre una solución. Son la paciencia, el permiso, lo incondicional, la palabra y el beso más dulce. 

Días atrás alguien me dijo “los abuelos son dios”. Y entonces entendí a quién le hablo cuando miro el cielo.

La creación del abuelo para la Kombi Rutera: Una mesita que se engancha en la guantera para viajar escribiendo.

La abuela Ketty también viaja en la Kombi Rutera: Los colchones que nos hizo son nuestra cama.

El mate de la abuela Caridad no puede faltar nunca: Ella también viaja con nosotros.

Hace algún tiempo me hice -y compartimos por facebook y twitter- la siguiente pregunta: "Si tuviéramos que elegir una sola palabra para definir cómo elegir vivir, ¿cuál sería?”.

Llegaron palabras como: Sonriendo, Libre, en Equilibrio, Amando, en Armonía, Viajando, Aprendiendo, en Movimiento, Riendo, Movilizada, Despierto, Soñando.

Ayer fue un día donde sólo eran recuerdos con el abuelo, la abuela y el único deseo de que exista un lugar más allá que los haya encontrado.
Pero hoy, además de vernos hace un año atrás en éste mismo lugar, pude observar a mi alrededor, sentir y agradecer a todas las personas de corazón enorme que nos regaló Sancris y que, a pesar de estar lejos de mi familia, me hicieron sentir contenida y mimada.

Y entonces, las distancia se acortan y el dolor se vuelve más suavecito. Recibo abrazos, mensajes, un té con lágrimas compartidas, una invitación a almorzar, a cenar, a tomar unos mates: una invitación a estar más que nada, almas dispuestas a acompañar, llamados, palabras de cariño que llegan de acá y de allá. Amor de los de siempre, de los del camino, de los nuevos e incluso de algunos que nunca ví pero conozco.

El viaje me enseñó que podemos sentirnos cerca de quienes queremos más a allá de las distancias físicas.

Otra vez vuelvo a pensar en mi palabra favorita y elijo vivir "Agradeciendo”.
Ser consciente y poder ver que siempre hay algo que agradecer, aún en los momentos tristes.

Gracias por mi vida y por los que son parte de ella. Gracias por cada regalo que me da el universo.

Cerrar los ojos y agradecer. Abrirlos y agradecer.
Gracias a mis abuelos por dejarme los mejores recuerdos. Siempre estarán.

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