Poderosa "La Morenita"

Todavía falta más de media hora para el 12 de diciembre, pero la Iglesia de la Virgen de Guadalupe, en San Cristóbal de las Casas, ya está colmada de gente. 

Llueve y hace frío. Pero nada detiene a los devotos de “Lupita”. Hoy es su día y en México se le rinde homenaje sin excusas.

Caminamos las 5 cuadras peatonales del Andador Guadalupano y, no sólo hay que andar pausado por la cantidad de personas que hay en la calle, sino que se despliega ante nuestra vista una gran kermese que incluye puestos de venta de ropa, velas, medallitas, cuadros de la virgen, comidas, bebidas, metegol, pista de autos chocadores, tiro al blanco y ¡hasta dos vueltas al mundo! 

Así se ve el Andador Guadalupano minutos previos a que comience el día de la Virgen de Guadalupe.

Así se ve la Iglesia de Guadalupe cuando no es 12 de diciembre.

Los petardos suenan ininterrumpidamente desde hace varias noches y tardes y mañanas. Parece que a los mexicanos les gusta celebrar con explosivos y, como en México todos los días se celebra algo, el cielo se llena de cohetes y fuegos artificiales y ruido a toda hora.

Subimos los 82 escalones del santuario y en la explanada de la basílica hay un escenario en el que están tocando marimba.
Adentro de la iglesia también hay música. Suena una serenata y cuando el reloj marca el nuevo día los mariachis empiezan a entonar  “Las Mañanitas”, el tema que tradicionalmente se canta en los cumpleaños, matrimonios, bautismos, aniversarios y demás.

Los asientos están todos ocupados, los pasillos laterales también. Por el centro entran los que vienen caminando desde hace días desde algún lugar de México, muchos vienen descalzos, otros de rodilla. Varios traen en alto sus cuadros e imágenes de la Virgen. Le encienden velas, la adornan con flores. Esperan su bendición.

Las antorchas que iluminaron sus caminos quedan flameando en la puerta de la iglesia, llegaron a su destino y ahora, la llama de la esperanza, regresará encendida a las ciudades, los pueblos, las comunidades, los hogares.

Los devotos de la Virgen de Guadalupe que llegan desde otros lugares duermen en las calles.

La fiesta de la Virgen de Guadalupe incluye a todo el pueblo mexicano. 

Es de las familias que se reúnen en las casas a tomar ponche de frutas o de pan, acompañado por infaltables tacos; es de las grupos indígenas que visten sus trajes de fiesta; es de los vecinos que alientan a los antorchistas con aplausos y papel picado; es de los que vienen a agradecer y a pedir; es de los niños que lucen orgullosos sus bigotitos pintados de negro en honor al indio Juan Diego, quien en 1531 iba caminando por un cerro cuando se le apareció la Virgen y le pidió que le expresara al obispo su deseo de que se construya un templo en su nombre en el cerro Tepeyac, al norte de la Ciudad de México.
Y es de los extranjeros que llegan a México atraídos por la Patrona de América. 

Los nenes con el bigotito pintado en honor a Juan Diego, a quien se le apareció la Virgen por primera vez en 1531.

Los vehículos llegan en caravana. Muchos acompañando a los antorchistas.

Me dedico a mirar y a sentir. Me conmueve. 

Una señora me habló de la Virgen de Guadalupe en Córdoba, una provincia en el centro de Argentina. Nos había invitado a su hotel en Villa Carlos Paz y nos dijo que iba a pedirle por nosotros, para que nos cuide en el viaje.
La Kombi Rutera estaba haciendo sus primeros kilómetros y México aún quedaba muy lejos. 

Pero llegamos y hoy celebramos en San Cristóbal de las Casas ésta fiesta que trasciende fronteras y excede cualquier creencia religiosa. 

Le doy gracias a “La Morenita” por haber llegado hasta acá, por el camino y por poder vivir su día.

Fe, de eso se trata. Ese sentimiento que nos hace creer en lo imposible y nos anima a confiar en lo que no vemos, pero sabemos que siempre está y no nos deja nunca solos.