Momento kombirutero del día

¿Si te digo campamento, qué se te viene a la cabeza?
Como 13 niños partimos anteayer a Caleta Grau, un pueblito de playa a 80 kilómetros de Máncora, Perú.
La tía Yoli, la dueña de la casa donde 12 viajeros cayeron un día desde algún lugar del mundo, nos propuso ir de campamento y nadie lo dudó.
Colombianos, argentinos, franceses y nuestra tía peruana pusieron manos a la obra: cargamos colchones inflables, mantas, agua, pan, frutas, verduras y el infaltable vino en caja "El Gato" y allá fuimos. 
Nos dividimos en Huella y en un mini bus y en una hora y un poquito ya estábamos todos echados en la arena y chapoteando en el infinito mar pacífico.
La playa todita para nosotros y un atardecer que fué un espectáculo.
Llegó la noche, se encendió el fuego y se prendieron las estrellas.
Y a falta de luna, una hermosa fogata iluminó la cena.
De a poco, el fuego nos fue hipnotizando y nos reunimos todos a su alrededor.
Empezó a circular "El Gato", la banana asada y el intento por cantar "una que sepamos todos". 
También divertirse, explorar, buscar cómo hacer el fuego, aventurarse, jugar como niños, dormir todos juntos en la playa (aunque nosotros hicimos rancho aparte y nos fuimos a Huella), improvisar una hermosa cena y unirnos todos para uno y uno para todos es irse de campamento.

Fallidos los intentos por jugar a dígalo con mímica, el juego de la oca y la canciones entrelazadas (no sé cómo explicárselos, pero si alguien quiere jugar, avisen y hacemos el intento), surgieron cuentos que generaron una charla de esas que cuando te vas a dormir la cabeza sigue funcionando.
Abrir el corazón, compartir, escuchar, aprender.
Gracias tía Yoli por permitirnos ser  familia por unos días. Sentimos y sabemos que esta casa será siempre nuestro hogar en Máncora.

Bananas al spiedo.

Palta, tomate, atún, huevo, pan.